Al enfrentarse a la lectura de un texto, nunca partimos de la nada. Al proponer la lectura de un texto a nuestros alumnos, éstos siempre creen que la lectura no puede aportarles nada, que es algo absolutamente externo a ellos y a su mundo, algo aislado de la realidad que sólo pertenece al reducido mundo de la clase de lengua. Por eso una estrategia que debemos seguir es plantear todos los conocimientos que los alumnos tengan sobre el tema del que van a leer haciéndoles entender que, en efecto, algo ya saben de la realidad extratextual: sería activar los conocimientos previos que ya se tienen sobre algo para ser capaces de relacionar lo que ya se sabe con lo nuevo que se puede aprender y, además, conseguir la motivación del alumno que entiende que sabe incluso más de lo que creía.
A continuación, tras una primera lectura, hay que extraer toda la información posible del texto a través de todos los conocimientos que podamos aplicar: organización, léxico, tipología textual, conectores, etc.
Finalmente, hay una tarea de relación entre lo que ya sabía del tema y lo nuevo que he aprendido tras la lectura. En este momento es donde se puede hacer una gran labor de reflexión y valoración.
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